He tardado unos días en ponerme con este post porque verdaderamente no sabía cómo afrontar la crónica de esta importante decepción. Lo único que puedo decir y resumir para explicar las razones que me llevaron al abandono en los primeros 300 metros del segmento de natación, es que por desgracia se cumplieron los pronósticos pesimistas que arrojaba la infalible "windguru" para ese día (15 de mayo). Es la web más fiable para conocer el estado de la mar y el tiempo en las costas, y el aviso era claro, se esperaban, desde primeras horas de la madrugada vientos entre los 35-40 km/h, y rachas de 80-90 km/h, y así fue. No obstante, y pese a que algunos triatletas que vinieron a L'Ampolla a primera hora no bajaron las bicis de los coches, pisamos la arena de la playa unos 280 de los 300 inscritos. Tras la salida, y pese a que las rachas de viento eran importantes a las 7:00, hora del comienzo de la competición, comencé sin malas sensaciones, en el grupo de cola, como es habitual para evitar atropellos innecesarios, en dirección a la primera boya del recorrido. Cuando llegué e inicié el giro a la derecha, todo cambió, ya estábamos alejados de la costa en una zona mucho más expuesta, y el viento, con las olas, me entraban de costado, por la derecha, el lado por el que respiro, y en ese momento compruebo que me entraba agua cada vez que abría la boca. Llegados a este punto, analizando todo lo que me quedaba y que en caso de seguir e intentarlo podría acarrearme un serio disgusto, y como mínimo, un sufrimiento para el que no estoy preparado, levanté el brazo para que la lancha de la Cruz Roja me sacara.
Ese fue el final de esta prueba, el Ironcat, que con tanta dedicación había estado preparando durante meses. Una vez fuera, con el cariñosísimo aplauso del público que se congregaba en la playa para ver el evento, y el consuelo de mi mujer, comprobé que otros 9 participantes tenían el mismo final que yo, y que en la transición, algunos de los que habían conseguido salir por sus propios medios y llegar a los boxes, presentaban claros síntomas de hipotermia (los temblores no les dejaban ni ponerse el casco), y es que el agua estaba tan fría que a punto estuvo de suspenderse la prueba.
Además, el viento hizo estragos en el segmento ciclista, y en total fuimos casi 50 los abandonos, lo que dejaba un porcentaje altísimo de bajas, prácticamente la quinta parte de los que tomaron la salida.
En fin, pude presenciar la competición como público, y ver, desde fuera, la locura de esta durísima prueba de resistencia, algo que no tienes presente cuando estás participando en ella, pero que resulta muy evidente cuando le das un poco de perspectiva.
Mi ánimo está bastante entero, sé aprender de mis experiencias, sobre todo de las malas, y aunque es obvio que no había hecho la inscripción y viajado a L'Ampolla para esto, mis conocidas limitaciones en la natación, las pocas ganas de sufrir, y mi resistencia a pasar más penurias que las estrictamente necesarias, hicieron que tomara una decisión que consideré la más adecuada para esas duras circunstancias.
Lo mejor del finde en la costa de Tarragona, haber compartido con Elena más tiempo del que los dos esperábamos, conocer y compartir el día con la familia de Carlos (una locura detrás de otra), y el domingo, como estaba previsto, el reencuentro con mi prima Angelita, que vive en Tarragona y que se acercó a vernos con su marido José, un encanto. No la veía desde hacía más de 20 años.
Ahora, a seguir entrenando, mejorando en la natación, y a confiar que la meteorología no quiera cebarse más conmigo. La ventaja es que tengo planificado el siguiente IRONMAN bien pronto, a primeros de agosto, y espero que en Regensburg, que se nada en lago, no tenga estos inconvenientes. Ojo, el IRONCAT está anotado en negrita como asignatura pendiente, y pienso volver algún año a resarcirme.
El sábado que viene a la media de Almansa, a trotar con mi hermano Feli, y a seguir disfrutando del deporte, que así se llama este blog.
Ciao