lunes, 23 de marzo de 2009

SIEMPRE NOS QUEDARÁ PARÍS


Nos acercamos al día 5 de abril, solo un finde por medio para volver a correr en París, y la pregunta de rigor, cuando se pretende terminar una maratón a escasos 15 días, siempre es la misma: ¿¿Habré hecho los deberes??

Es verdad que cuando ya llevas unas cuantas de estas, y te conoces bien, es difícil que puedas llevarte sorpresas. No es muy complicado adivinar cuál deba ser el ritmo óptimo de carrera, y predecir un tiempo de resultado. No obstante, 42.195 metros es una distancia tan respetable que, precisamente los que hemos logrado ese objetivo unas cuantas veces, sabemos que hasta que no ves el cartel del Km 40, no has terminado. A partir de ese momento, vayas como vayas, "sobrao", justico de fuerzas, o "liquidao del to", lo cierto es que la cabeza (no las piernas) te lleva hasta la línea de meta.

Recuerdo mi primera maratón, precisamente en París, en el año 2007, con el entrenamiento justo para terminar en menos de cuatro horas, siguiendo los consejos de la obra "4 meses para correr un maratón en 4 horas", de David Kuehls, que recomiendo sin reparos a quien quiera adentrarse en esta aventura de la larga distancia, ya que no solo tiene muy buenos consejos y planes de entrenamiento, sino que también aporta buenas dosis de apoyo psicológico al principiante para cumplir su objetivo. Pues bien, en esa ocasión, por mi inexperiencia, exceso de prudencia y falta de confianza en mis posibilidades, corrí con una mochila camelback (mochila de hidratación que lleva en su interior una vejiga con agua que se dispensa a través de un tubo). Os podeis imaginar la pinta globero-runner del que os cuenta, pero al final ese exceso de prudencia resultó ser la salvación. Ese fin de semana, el del 15 de abril del 2007, resultó con una ola de calor en Francia, que nos llevó a correr a 32º C. El resultado, más de 9.000 abandonos por deshidratación y golpes de calor, y yo pude acabar en 3:52. Después de aquella, han venido otras cuatro maratones, la última en Roma en marzo del año pasado, en 3:25, y en ninguna he vuelto a usar la mochila. He aprendido a beber en los puntos de avituallamiento, pero cuando analizo mis comienzos y la experiencia acumulada, nunca me arrepentiré de haberla llevado aquel día, a pesar de una imagen tan poco ortodoxa.
En definitiva, por muy cauteloso que se sea, cuando se abordan estas distancias, más vale pecar de prudente que de osado, ya que los últimos kms, especialmente a partir del 30, se pueden hacer muuuuuy, pero que muuuuuy largos. Por eso, es importante acumular kms de calidad, y de entre ellos, son esenciales dos o tres en tiradas largas, que es a lo que me he dedicado los dos últimos fines de semana, dos salidas largas, de 35 y 30 Kms, cada una, para volver a acostumbrar a las piernas al castigo de la distancia, ya que esta temporada me había limitado a las medias y a los duatlones, que es verdad que te mantienen con muy buen tono y ritmo de carrera, pero en distancias inferiores que no te garantizan pasar el famoso "muro" con éxito. Si todo va bien, este año debo estar en torno a las 3:30, ya que llevo menos Kms que el pasado (como ya he contado, tres sesiones a la semana), teniendo en cuenta que también hay que pasar otras tantas por la piscina, y montar en bici, para llegar en condiciones aceptables al Ironman.
Os pongo una foto de archivo, con mi participación en el 2007, al final de los Campos Elyseos, cargado con la mochila...