Para el que no esté informado, Embrun es un pueblo situado en el corazón de los Alpes franceses, que organiza, desde hace más de venticinco años (esta era la edición 26) uno de los triatlones de larga distancia más duros del mundo. Como os podéis imaginar, su dureza se debe a los desniveles que acumulan los segmentos ciclista y de maratón, ya que la orografía de la zona no es precisamente llana.
Por esta razón, es decir, porque todo el mundo sabe lo que se ha de afrontar, y es famosa su dureza, la participación no es muy popular (en esta edición 2009 tan solo unos 850 participantes de los que 200 no pudieron terminar), pero el nivel es muy alto. En Niza, sin embargo, salíamos casi 3000 triatletas, pero con un nivel para todos los gustos, desde el mega-pro, al triatleta más globero.
La experiencia en esta carrera ha sido muy satisfactoria, y que se resume en sufriendo al principio (natación) y disfrutando al final (maratón), pasando entre medias por un larguísimo recorrido ciclista. Os lo explico con un poco más de detalle:
Me había levantado a las 3:00 de la madrugada, ya que el hotel se encontraba a unos 35 km. de Embrun (no encontré alojamiento más cercano ya que mi participación la decidí a última hora) . Como la salida estaba prevista a las 6:00, y antes tenía que ¿desayunar?, trasladarme al pueblo y preparar todo el material para las transiciones antes del pistoletazo de salida, no había más remedio que madrugar. Como ya se sabía, y lo confirmo, la natación empieza de noche, en el lago, siguiendo las luces de unos barcos que indican la dirección a seguir hasta que amanece y se ven las boyas. Como no me caracterizo por mi depurado estilo y velocidad en el agua, sino por todo lo contrario, para evitar los golpes y patadas típicos de las salidas tumultuarias, decido esperar y salir al final del grupo, cuando todos están nadando, y como debido a la oscuridad no se veía casi nada, de pronto me encuentro yo solo, y en un agua fría que cuando se cuela por el traje de neopreno te deja casi sin respiración, así que ya os podéis imaginar los primeros momentos de agobio, tan importante, que casi llegó a rozar el ataque de pánico.
Como ya me ha pasado en otras participaciones, intento desplegar todos mis recursos para superar ese mal trago (nado a braza con la cabeza fuera del agua, intento recuperar el ritmo de respiración...). Todo resulta inútil, sigo atacado, y por si fuera poco, pierdo la pinza de la nariz, con la que estoy acostumbrado a nadar (es para evitar una rinitis que me generan los cloros de las piscinas), se hunde delante mía sin que pueda rescatarla (sigue estando oscuro, y el fondo más) y empiezo a considerar seriamente el abandono. No puede ser, te has esforzado mucho para llegar hasta aquí, no puedes defraudarte ni a tí ni a la familia, ni a los amigos..., tienes que seguir como sea, hay tiempo de sobra (te dan 2:15 para completar el segmento)... Así hasta que el barco que recoge a los nadadores con apuros se me acerca, sus ocupantes me observan preocupados, me intentan tranquilizar, me animan, incluso me indican que me agarre a la borda para descansar. Rechazo la ayuda, no estoy seguro pero creo que los jueces me pueden descalificar si me sujeto a la zodiac, y sigo apurado luchando solo, me entra agua en las gafas, no estaban bien sujetas, me las recoloco. Escucho los gritos y aplausos desde el margen derecho, una especie de saliente, como un pequeño cabo, donde un grupo de madrugadores seguidores del evento se habían colocado para seguir la natación. Yo sigo en mis trece: tengo que tranquilizarme y nadar como he aprendido (mal, pero sin ahogarme). Me convenzo de que puedo cambiar la mecánica habitual de la respiración, y hacerlo sin la dichosa pinza (ahora expulsando el aire por la nariz para que no me entre el agua), y me pongo, poco a poco, mientras empieza a amanecer y ya soy capaz de ver las boyas, por fin, ya no necesito otras referencias.
Superada la crisis, las cosas empiezan a ir como yo quería, a mi ritmo, tranquilo, pero avanzando, además, un piragüista desocupado (que no, es broma, están para ayudar a los torpes) se pone delante y me corrige cuando me desvío demasiado del rumbo, y sigo hasta terminar la primera vuelta cuando los primeros me doblan. Van como fuera-bordas. Ellos están terminando, es el minuto 50:00, y ya sé que saldré casi el último del pelotón, pero dentro de los márgenes de control aceptables (más de media hora). Incluso pienso, que si me espero un poco y salgo con el grupo más nutrido no se enteraría nadie, pero me estaría engañando a mí mismo. Es inaceptable. Giro en la boya y sigo para la segunda vuelta, solo, brazada tras brazada, cada vez más cómodo y parece que más rápido (es solo una sensación subjetiva), el caso es que la segunda vuelta se hace más corta, y a mi ritmo consigo adelantar a unos cinco o seis nadadores (que alivio, todavía hay quien nada peor que yo, y no seré el último). Por fin, culminando el segmento, ya veo el pasillo de salida, con el arco en la playa y el tunel de lavado (duchas), y allí voy, me pongo en pie en cuanto veo el fondo cerca, y salgo del agua, miro el reloj, 1:41, YA ESTÁ, LO HE SUPERADO!!!, Ahora ya sé que lo voy a terminar, que seré finisher pase lo que pase. En esta ocasión no me pienso caer de la bicicleta.
Entro en la zona de transición, quitándome el neopreno, busco mi sitio, es fácil, aunque lo tenía memorizado, porque solo quedan cuatro bicicletas, accedo a la caja donde tengo la bolsa con la ropa para la bici. He decidido ponerme la equipación ciclista completa, la de LA MOTA, con mallot y culote, que serán muchas horas y lo mejor es ir cómodo. Como me tengo que desnudar, me ladeo un poco hacia el lago para maniobrar sin exhibiciones, pero a pesar de todo una jueza me llama la atención. Joder, pues que no me mire el culo! me tapo con la toalla con la que me había secado, me siento y me cambio la ropa así. La dichosa jueza me mira de nuevo y asienta aprobando el método. Pues vale. No se me olvida nada, el casco abrochado, las zapatillas de la bici, alimento, bidones, cojo la flaca y a correr por la alfombra. En cuanto me lo indican, me subo, y a pedalear.
Así casi nueve horas, en las que te da la sensación de que no dejas de subir (ni de sufrir) ni un momento. Las bajadas se hacen cortísimas, a pesar de hacerlas más que prudente, y las subidas interminables (como ya he contado en repetidas ocasiones, solo en bici se acumulan más de 5.000m, y eso, para que se entienda en esta tierras murcianas, es casi el doble de lo que se acumula en la Cicloturista de Moratalla). Desde el mismo inicio, un puerto, y al final, cuando ya estás en el pueblo, escuchando la megafonía de la zona de transición y meta, deseando acabar, te desvían y otro puerto más. Un auténtico mata personas, con rampas de hasta el 22% que te obligaban a retorcerte sobre la flaca, y a gastar la palanca del cambio buscando más piñones cuando ya no te quedan.
A pesar de todo, hizo un día magnífico, soleado, sin viento, y pude disfrutar de unos paisajes extraoridinarios, pueblos que parecían sacados de películas, valles y ríos de postal, montañas con sus cumbres todavía nevadas, y la subida al mítico Izoard, que por dura, resulta inolvidable. Ni que decir tiene que durante esas casi 9 horas de pedaleo en solitario, tienes tiempo para pensar de todo, y que para motivarte tiras de todos los recursos, propios y ajenos, que has aprendido durante las largas sesiones de entrenamiento. Desde el típico y pesimista "quien coño me manda venir aquí", al opuesto, y cuando solo llevas 20 kms en la bici, "vamos, ánimo, que solo te quedan 168 más". En mi caso, y debido al retraso que traía acumulado por el mal parcial en el agua, no adelanté a muchos triatletas en este segmento, tan solo a unos 72, y no es que los contara uno a uno (menuda maldad), es que se reflejan en las clasificaciones, por lo que tampoco me veía muy motivado por el recorte que yo esperaba hacer dadas mis cualidades ciclistas como supuesto escalador. Entre estos adelantados, un auténtico insensato que participaba con una cabra de contrareloj y con ruedas de gran perfil, y que como es lógico, iba andando, con la bici en la mano, en los últimos kms de subida del Izoard. Mi media de velocidad, en torno a unos modestos 21 km/hora, cuando yo esperaba hacer otros, también modestos, 25. Y es que nunca antes había hecho un recorrido ciclista tan duro (ni la famosa QH, ni Ronda en la edición de 170 Km MTB).
Tengo que reconocer, a pesar de que no me veo mal en este segmento, que los últimos kms me resultaron un verdadero suplicio, una tortura. Mis molesias en el cuello, que venían arrastradas desde el accidente de Niza, me pasaron buena factura, y la carga en brazos y hombros durante tanto tiempo, por la postura en la bici, me resintió mucho la zona cervical. El caso es que los baches, resaltos y pequeñas irregularidades del asfalto de esos kms. se trasmitían hasta el cuello, y el dolor empezó a ser importante, casi insoportable, por lo que yo solo quería bajarme de la bicicleta y ponerme a correr. Qué largos se hicieron esos últimos 10 Kms, pero todo llega, y el final de este segmento también. Escucho de nuevo la megafonía y esta vez sí, por fin veo la zona de transición, la deseada alfombra azul, me bajo de la bici en la línea señalada y me dirijo a mi silla (fila 15, dorsal Nº 415) . Una voluntaria muy servicial me aborda y en francés parece indicarme que me quiere dar una loción en las piernas, un masaje, me parece perfecto, pero me tengo que volver a desnudar, así es que me espero, la dejo aplicar la crema y mientras cuelgo la bici, me quito el casco y preparo la ropa para cuando termine. Hecho, la voluntaria se aparta, me quito el atuendo ciclista y me coloco el mono de triatlon tapándome mis partes nobles como había hecho antes porque la jueza estaba por la zona y me controlaba de reojillo (¿le habrá gustado mi trasero?), luego me pongo las zapatillas de correr, la gorra, limpio las gafas de sol, y de nuevo a la salida, me falta algo...? Joder, que me he dejado el dorsal en la silla, vuelta a la transición, lo cojo, me lo pongo, y a correr... No, espera, antes tengo que hacer un pis, ya sé lo incómodo que es correr con ganas, y aquí están los aseos, así es que entro, descargo y esta vez sí, a correr... Cuando salgo de la zona de transición otros dos voluntarios me saludan -el español-, se dicen con cierta sorpresa, creo que saben que soy el que lo pasó tan mal en el agua (en la lancha debieron hacer una porra, 3 a 1 a que abandonaba).
Salgo del perímetro de la transición y empiezo el primer tramo de la primera vuelta a pie, que se hace dándole la vuelta al lago, que tiene una primera subida, corta, pero con un desnivel importante. Se sale hacia el pueblo, y se pasa por el mismo centro, otra cuesta, esta más larga, hay bastante público, y todos te animan ALLEZ! COURAGE! SUPER! son las expresiones más escuchadas, y te dan alas. Ahora me percato de que se me ha olvidado el brazalete con el alimento y glucosas para este segmento, cago en la puta... , pero compruebo que no me encuentro mal, que cojo el ritmo, y que puedo afrontar las rampas trotando, estoy bien, las piernas responden y además ya no me duele el cuello. Hay bastantes avituallamientos, así es que me repondré en ellos, no pasa nada, tranquilo, en el primero cojo un gel, me cae bien, perfecto, ahora, a disfrutar... Voy adelantando triatletas, la mayoría andan en las cuestas, otros hasta en los pocos llanos, y yo sigo con mi trote cómodo. Completo la primera vuelta memorizando las zonas más duras, los avituallamientos, e intentando que mi cuerpo sepa bien lo que queda por delante, y así pueda administrar las escasas reservas de energía.
Finalizo la primera vuelta del maratón, paso por la zona de meta, algunos ya están terminando la segunda, Qué suerte, mamones... Se les reconoce porque llevan en el cuello o en la muñeca un coletero de color anaranjado (chou chou en francés) que se entrega al completar la primera. Cojo el mío, hay muchísima animación y público en esa zona, son gritos de ánimo y admiración que te dan fuerza, más que los geles y las bebidas energéticas. Veo a mi chica y a mis cuñados apostados en la zona de meta, me gritan CHARLY!!, CHARLY!! Les digo que me falta otra vuelta. Otra vez al perímetro del lago, y la cuesta hacia el centro del pueblo, esta vez se ven menos corredores. Claro, en la primera coincidíamos con los que daban su segunda. Salgo del pueblo, cruzo el río, está oscureciendo y las gafas de sol me molestan, pero hay pequeños insectos voladores y como no quiero que se me meta uno en los ojos, aguanto casi hasta que no veo. Sigo adelantando corredores (más bien caminadores), algunos van casi arrastrándose, otros acompañados de amigos o familiares que les animan a su lado, como un sevillano al que reconozco por la publi que lleva en la espalda del mono que porta y lo saludo: Animo sevillano ya nos queda poco!! La chica que va con él, vestida de calle, me dá las gracias, él me mira cuando lo rebaso pero ni responde, no le veo el coletero, estará en su primera vuelta, si es así puede que no llegue dentro del tiempo de control. Yo a lo mío, a trotar, los kms están bien señalizados con carteles azules y me dedico a buscarlos, van pasando, ya estoy en el 28, llega el 30, ¿Y el muro? pero quiero ver el Km 32 porque entonces solo me faltará un 10.000 (otro recurso más del corredor de fondo), vamos, otra subida por las afueras, avituallamiento con esponjas, me limpio la cara, y como el agua está fría, suelto un chorro por las piernas para refrescar cuadriceps y gemelos, esta técnica me había sentado muy bien en el último maratón de París, así es que no tengo reservas, y lo aplico cada vez que me ofrecen esponja. Ya es casi de noche, y se sigue viendo (ahora menos) y escuchando al público en los márgenes del recorrido ALLEZ, ALLEZ!! desde el interior de una casa, de planta baja y jardín también oigo en castellano sin acentos: VENGA, DALE FUERTE, ÁNIMO!!. Ahora un tramo largo hacia abajo, con cuidado, hay que controlar la zancada, amortiguar bien la pisada, y que el impacto dañe lo mínimo, sigo bien, km. 38, la zona del lago ya está a la vista, es noche cerrada, pero las luces y el reflejo en el agua lo delatan, creo que puedo apretar un poco el ritmo, lo hago, y sigo adelantando triatletas, los veo a lo lejos y me digo, vamos a por ese. Así hasta casi 200 corredores en el segmento de maratón, que se ha revelado como mi "especialidad" por el buen parcial realizado. En mi caso, los dos últimos Kms son siempre los mejores, ya no hay quién me pare, la alegría por estar terminando y el público, también incansable, siguen gritando y animando, un grupo hace la ola a mi paso, menudo subidón, la emoción es indescriptible, busco con la mirada a la familia, allí están, justo donde antes, en la curva antes de la recta de meta, he alcanzado a un francés que tengo justo delante, lo puedo adelantar, pero me paro, lo había pensado hacía un momento, le doy un beso a mi chica y se lo dedico: Esto es para tí, le digo, y retomo la carrera, el francés todavía está cerca, esprinto sobre la alfombra y lo adelanto, paso por el arco de meta, marca 15:39:39. Puesto 567 de 850, y con un parcial de 4:27 en maratón. Ahora sí, ya está hecho.
Los resultados y clasificaciones definitivas están en la página de la organización, donde se pueden comprobar mis tiempos en todos los segmentos y las transiciones:
http://www.embrunman.com/resultats/resultatembrunman09.pdf
Además, en los vídeos he puesto algunos con imágenes de esta edición, donde podéis ver parte de la carrera, tramos de carretera, paisajes, y demás.
De vuelta a casa, además, Inocencio tuvo el detalle de preparar un pequeño pero entrañable homenaje, con pancarta incluída, y que le agradezco especialmente.
El artículo de LA OPINIÓN y la entrevista en Onda Regional han sido el colofón inmerecido de esta larga travesía de tres años de preparación, primero aprendiendo a correr, y luego a nadar (bueno, más bien a no ahogarme), en la que a pesar del mucho tiempo transcurrido entrenando en solitario, nunca me he sentido en soledad.
GRACIAS A TODOS POR VUESTRA CONFIANZA Y APOYO. Y en octubre... a Barcelona!!.
Ciao.